El espejo enmendado by Alix E. Harrow

El espejo enmendado by Alix E. Harrow

autor:Alix E. Harrow [Alix E. Harrow]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Fiction, General, Fantasy, Ficción
ISBN: 9788419449870
Google: A3epEAAAQBAJ
editor: Roca Editorial de Libros
publicado: 2023-05-10T22:00:00+00:00


6

—Bueno, pues no nos queda otra. —Mi mochila retumba al caer sobre la mesa—. Tenemos que ir en su busca.

Tengo la esperanza de que, si lo digo con la autoridad suficiente, seamos capaces de obviar la parte de la conversación en la que Reinalda se pone a lloriquear y deja a un lado los valores morales, pero al parecer no lo he conseguido, porque dice:

—Te aseguro que no hay por qué hacerlo.

Ni ha abierto los ojos. Tiene las manos sobre la encimera de la cocina y la cabeza gacha. Las trenzas elaboradas le cuelgan por la parte de atrás del cuello, un peinado que no se parece en nada a esa corona negra y elegante de pelo que llevaba la primera vez que la vi en el espejo.

—Sí, estoy de acuerdo con que sería ideal que fuésemos más y que Zellandine siguiese consciente.

Cuando han dejado de pitarme los oídos y mi hemorragia nasal se ha convertido en poco más que una masa espesa, obligo a Reinalda a que me ayude a levantar del suelo al hada. No tengo ni idea de cómo vamos a subirla por las escaleras, pero por suerte no es necesario. Los escalones han desaparecido para transformarse en una cama que se encuentra en un rincón del primer piso, con las sábanas ya bajadas. Metemos a Zellandine bajo ellas, quien nos dedica una cálida sonrisa. Me agarra de la mano con dedos fríos.

—Iréis tras ella, ¿verdad? —pregunta, resignada. Yo asiento, pero ella aprieta con fuerza los dedos—. Pero luego… Id a casa. Todo ha empezado a enmarañarse. Las fronteras se emborronan. No podéis seguir huyendo por toda la eternidad. —Mi segundo asentimiento es más un ademán evasivo con la barbilla. Zellandine entorna los ojos—. Todos los cuentos tienen un final, Zinnia.

Después parece quedarse dormida. El mirlo apoyado en la columna de la cama le dedica una mirada llena de preocupación, primero con un ojo y luego con el otro.

—Supongo que lo tienen. —Le dedico a la reina un sentido encogimiento de hombros—. La esperanza es lo último que se pierde.

Reinalda abre los ojos, pero solo para entornarlos al mirarme, como si tuviera un ataque de migraña.

—¿Estás segura de que es lo último?

Me lo pienso.

—Da igual. Lo importante es que tenemos que irnos.

Aprieta los labios. Vuelve a cerrar los ojos.

—No, no vamos a irnos.

Empiezo a vaciar y a volver a llenar mi mochila para soltar lastre innecesario. Abro la cremallera de un bolsillo interior y dejo el móvil sobre la mesa con mucho cuidado.

—¿Sabes una cosa…? —empiezo a decir. Hago todo lo posible por mantener un tono educado. Bueno, quizá no todo lo posible. Vale, tampoco es que me esmere mucho—. A lo mejor no tendríamos que ir a salvar a una niña de las garras de una reina caníbal si hubieras movido un poco el culo en la pelea, pero decidiste quedarte ahí sentada mientras el resto…

Ahora es Reinalda la que se gira hacia mí y me enseña los dientes.

—¿Y se puede saber qué has conseguido exactamente



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